miércoles, 31 de octubre de 2012

NOTRE DAME

Notre Dame
Vestía un vaporoso vestido azul klein, brazalete y pendientes esmaltados a juego, teatrales gafas de sol y una rompedora gorra de estética school. Unos malditos botines de pitón ocultaban sus diminutos pies, que se me antojaban imaginar tan pequeños como dulces, tan divinos como humanos, tan perdidos y ocultos... como su alma y la mía a juego. Parecía descendida de los cielos. París con ella estaba de fiesta. Y yo la quería entre mis brazos.

Fue indecente las horas y el dinero que me costó emborracharla, pero París estaba con ella de fiesta, y yo con ambos como digo. En el ascensor dirección al cielo parisino, pude besar su delicado hombro ya borracho de lencería fina. París a mis pies y los suyos aún ocultos por unos malditos botines de pitón.

Cuando reposó su melena de sirena sobre la cama perdió la consciencia. Se apagó de repente nuestra envolvente banda sonora, se apagó la notre dame de Paris. Yo, más gamberro que señor, la desnudé para que bien descansara, pero la desnudé hasta bien conocerle sus pies.

Nunca debí descalzarle de esos malditos botines de pitón. Nunca debí conocer sus pies. Desde entonces no soporto el queso francés.



 


Escrito para Microvidas

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