Ella le cogió de la mano, le miró a los ojos y le dijo:
“ya sabes que eres para mi lo primero, ya sabes cuánto te necesito, cuánto te quiero y lo que significas para mi…”.En ese momento el día se nubló, dejó de ser día, se apagaron los destellos azulinos de sus ojos y se hizo profundamente de noche. La ventana del salón, como cada noche, quedaba ligeramente entreabierta. Corría el aire y parecía que la ciudad seguía viviendo alta y libre como siempre.
Tomó el pasillo con un sigilo propio de felino mientras ella descansaba. Volvió la cabeza y miró por última vez, sin expresividad alguna, la que había sido su casa los últimos tres años. Con suma facilidad tomó la ventana entreabierta y saltó de un tercer piso al vacío.
Cuando aterrizó sobre la negra noche, la calle estaba mojada y sus ojos brillantes y azulinos se volvieron a iluminar intensamente. En ese mismo momento, pensativo, susurró: “no hay quién entienda a estos humanos…”, que en el lenguaje de los gatos es algo así como “miau”.
Escrito para Microvidas
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