Después de un
tiempo gris como el cielo gris, despertó. Echando la vista atrás, se habían
consumido los días como si de noches se tratasen, y las noches pasadas ni
siquiera habían añorado la luz del alba. La vida corría.
Floyd habitaba un tiempo
y un espacio donde reinaba la melancolía, donde se respiraba el mismo aire que
respiran las flores cuando duermen. Un tiempo lívido y cruel como el silencio
cuando golpea, incapaz de acoger entre los brazos a nadie, y mucho menos a él. Habitaba un espacio perdido en su maleza, que no le pertenecía más que durante algunos
instantes de inconsciencia febril. La vida corría sin sentido.
Sin pena ni gloria,
ni gloria ni pena, Floyd deambulaba dormido por un territorio donde pocas cosas
importaban en sí. Más que ser, en realidad era estar. Simplemente las cosas
ocurrían o estaban, aparecían y desaparecían, y siempre (como todo aquello que
no importa), se olvidaban. No había pena, no había gloria. La vida corría sin
sentido hasta que despertó.
Un llanto
desgarrador, tan inocente como limpio, tan puro como lejano y opuesto a este mundo, tan nuevo en su alma como desconocido en su noche… se apoderó de él. Le
despertó en plena oscuridad y se apoderó de él.
Floyd pareció escapar
de un sueño lejano e interminable aquella noche. Creyó entrar en un tiempo y un
espacio donde las cosas importaban en
sí. No se trataba de estar, se trataba de ser. En realidad el cielo seguiría
gris, pero pronto llegaría la primavera. Advirtió que el aire seguía teniendo
ese tono de melancolía con el que respiran las flores cuando duermen, pero le
resultó un decorado maravilloso para los sentidos. ¿Quién comprende un aroma?
El tiempo ahora pareció trascurrir golpeando segundo a segundo.
Los días, bajo ese
mismo aire, seguirían lívidos y crueles, pero serían ahora inolvidables, ¡por qué no!, ahora importarían.
-
¡Qué nadie duerma!, se dijo.
Salió entonces al
balcón de la noche, aquella misma que antes no añoraba el alba; y contagiado
por aquel llanto desgarrador, inocente y limpio, lejano y opuesto a este mundo,
pensó aquello de:
Dilegua, o notte!
Tramontane, stelle!
tramontane, stelle!
All´alba
vincerò!
Vincerò!
Vincerò!
(Que
traducido resulta, “Floyd…no seas más Pink Floyd…”)
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