lunes, 24 de junio de 2013

SENSE AND SENSIBILITY

No seré yo quien critique una borrachera cojonuda, no…porque ni puedo, ni debo, ni así lo siento; no, porque además sinceramente las adoro; no seré yo quien censure una pérdida de papeles al viento, no… si además es en la feria de San Antonio con vino de la tierra. ¡Ojo!, no quisiera yo parecer, con esto del vino, un carca de cata clavelero y tuitero tan en boga en estos tiempos, porque tampoco pongo yo un solo pero a una buena cogorza desmesurada procedente de Escocia, Estocolmo o Cuba y alrededores…que para el caso y el gañote borrachín es lo mismo.

Como todo buen trompazo sin límites, esta tranca de la que hoy hablaré empezó por ser ligera como la tarde y suave melodía sinfónica como la brisa de junio. Qué maravillosos pasos son los primeros de todo camino…los primeros vasos de toda leña. El alma poco a poco se eleva ingrávido, fruto de la desesperanza de vivir, del goce del saber que todo acaba, que nada empieza y que difícilmente algo tiene demasiado sentido y sensibilidad.

Sin más rodeos, yo por suerte, me hallaba justo allí, en “la cajeta” junto al enclenque Andrea Calvini y al pequeño gran hombre protagonista de esta historia: “Yerman Multison”. Todos a mi alrededor eran conocidos, todos conversaban, todos disfrutaban de un atardecer tan púrpura como irreal; y todos, o casi todos, bebían como si se fuese a acabar el mundo esa misma noche.

La mayoría de conversaciones que se dan en la feria y fiestas de San Antonio, son molto complicadas, aunque no diría que banales. Se da la peculiaridad que los horarios para el personal son muy diversos y amplios. Mientras unos empiezan con la  guaracha a la hora que cae el sol, a la fresquita, otros a esa misma hora son auténticos “molletosos puros”, parte ya de un crepúsculo decadente e insostenible y sencillamente insoportables para gente “fresca”. No es exactamente el caso que hoy os cuento.

El pequeño Yerman había ya empezado hacía varias horas con su feriante tarde avinagrada; Calvini andaba aún fresco cual cogollo de lechuga sin aliñar. Yo justo al lado de ambos, expectante a tan peculiar pareja de varones. Yerman estaba contento, quizás más contento que ebrio, y le fluían las ideas más que nunca, e intentaba exponerlas como si tal cosa, como si se acabara de levantar de la cama. Obviamente a mis ojos y a los de cualquier humano no era en absoluto así. Andrea mientras conversaba con Yerman, como tantas otras veces, estaba a la guarda de sus dos pequeños ángeles, Lola e Inés. La tarde fluía y se cerraba, justo igual que los propios ojos ya  firmemente encogidos y felices del pequeño gran Yerman, que pudo parecerme en esos momentos claramente de ascendencia oriental.

A escasos metros de mí, podían parecer dos adultos más conversando en una feria. Justo donde yo estaba, podía sentir, adivinar e incluso oler, que uno de ellos, Yerman, flotaba excelso entre las nubes.Pero de repente, como suele ser habitual en Calvini, la ligera tragedia impuso su ritmo:

-“¡¿dónde está Lola?!”, ¿¿dónde está Lola??!!”, nervioso gritó…Había perdido entre cervezas, unos segundos de vista a su hija, quizás minutos…y no la encontraba entre la multitud.

Yerman claramente aturdido, bajó de los cielos donde se encontraba su mente, y en un arrebato de honra, intentó volverse de nuevo terrenal, de nuevo como si tal cosa, y pronunció repetidamente con cierta dificultad lo siguiente:

“…Omo iba estía…omo iba estía…omo iba estía…”

Cualquiera podría haber interpretado que tras bajar de nuevo a la tierra, Yerman hablaba un lejano idioma ancestral indescifrable. Yo, conociendo bien a tan cabal personaje, supe que quería ayudar a Calvini en su ligerísima perturbación, y que lo que realmente quería decir, impedido por su lánguida lengua bañada en alcohol, era: …“¿Cómo iba vestida?..., ¿Cómo iba vestida?...¿cómo iba vestida?”

No pude más que reírme vilmente, viéndome claramente reflejado en otras muchas situaciones en las que yo mismo he estado de igual semblanza. Pero claramente y con rotundidad en ese instante, supe que Yerman, el pequeño gran Yerman, como diría el eterno poeta sevillano, “estaba borracho de vida, y no lo sabía…; estaba vivo como pocos…”, como solo él podía y sabía estarlo.



 



1 comentario:

  1. Maravilloso el tiempo que transcurre con un buen vaso en la mano: calimocho, cervecita, ese rebujito que sabe a resaca... o un buen copazo que te da alegría. Los segundos se transforman en minutos... el espacio-tiempo se acorta que ni Einstein lo explicaría. O si... es todo tan relativo.

    San Antonio, gran santo... ya patrón de la "filocosocratía", ese abrir ventanas del interior al mundo contando surrealismos, alegrías y alguna que otra historia singular.

    Hace ya tiempo que el alcohol no es el dueño de todas mis noches... aunque algunas veces me gana la partida. Yo los llamo "caballerials", dandysmo nocturno... de un beber moderado a base de bajas graduaciones en "pro" de no acabar hablando rumano o haciendo cosas de las que uno, al día siguiente, desearía no haber realizado. Un "caballerial" en toda regla, si... el auténtico y genuino, es con brazo apoyado en barra, observación interesante y miramientos "rusos" por doquier a las que a la vista agradan. Y cuando hay "biapoyo", la cosa mejora...

    Si, la noche con el día... buenos momentos para la algarabía.

    ;)

    Saludos, Genlu... hoy he salido a pasear, como no es costumbre.

    Desde Asturias, Mika...

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